EL TERRORISMO DE ESTADO EN EL PARTIDO DE AVELLANEDA



EL TERRORISMO DE ESTADO EN EL PARTIDO DE AVELLANEDA

Introducción
El partido de Avellaneda ubicado al sur de la Ciudad de Buenos Aires, parte del primer cordón industrial, guarda en su paisaje las huellas de los procesos históricos: los cascos de las estancias del siglo XIX, los silos de las grandes cerealeras, las estructuras edilicias de los frigoríficos y las grandes fábricas que convertían al espacio en un hormiguero de obreros que iban y venían a toda hora durante el proceso de sustitución de importaciones en el peronismo. Avellaneda tierra de fábricas, de familias obreras, y también de contiendas con la patronales.
Las huellas más dolorosas que aún sangran son las que dejo el terrorismo de Estado que no empieza en 1976 sino tiempo antes con la Triple A, ese Terrorismo que tenía como objetivo implementar el plan macabro de la desindustrializacion que los obreros veían venir ya con la “Fusiladora” de 1955 y aún más bajo el onganiato, por eso se organizaban para protestar contra las explotaciones, para cuidar sus puestos de trabajo. Y se organizaron para la resistencia, en organizaciones gremiales, estudiantiles, militantes y también en organizaciones de lucha armada.
Y el fantasma del Neoliberalismo se materializo con la peor de las dictaduras en 1976. No es para nada casual que en el Partido hayan pasado a formar parte de las listas de desaparecidos más de 300 luchadores, se llevaron a cabo fusilamientos en forma sistemática por parte de las fuerzas represivas, se instalaron centros de detención y tortura, y abrieron se fosas comunes para los asesinados en el Cementerio de nuestro partido.
Por años esto intentó mantenerse en silencio, silencios cómplices: de políticos inescrupulosos y entregadores, de burocracias sindicales, de patronales explotadoras y fuerzas represivas actuantes.
Pero nuestra obligación es rescatar para Nuestra Memoria Colectiva el nombre de esos compañeros a través de los relatos propios de la historia oral, yendo a los barrios a registrar los testimonios de los protagonistas, testigos y familiares de aquellos que no están físicamente, pero que seguirán Presentes, ahora y siempre.

Centro Oficial con Actividades Clandestinas de Detención, Tortura y Exterminio “El Infierno” de Avellaneda”



En el centro de la ciudad de Avellaneda, a dos cuadras de la avenida Mitre, el terrorismo de Estado instaló uno de sus más siniestros aparatos represivos: un Centro Clandestino de Detención al que los victimarios denominaron El Infierno. Se trataba de la sede de la  Brigada de Investigaciones de Lanús (BIL),  situada en la calle 12 de Octubre 234, entre Zeballos y Estrada, del Partido de Avellaneda, una dependencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires cuyos Jefes durante la dictadura militar iniciada el 24 de marzo fueron los comisarios mayores, Ramón Camps y Ovidio Riccheri. La BIL estaba a cargo de la Dirección General de Investigaciones de la bonaerense que dirigía el comisario general Miguel Etchecolatz, recientemente condenado a reclusión perpetua por los crímenes cometidos en aquella función. En la pirámide de este aparato represivo estaba el General de División Guillermo Suarez Mason, quien estaba al frente del Primer Cuerpo del Ejército.
Los responsables locales de la BIL fueron los comisarios Bruno Trevisán y Rómulo Ferranti. Trevisán fue condenado por su actuación en el Pozo de Quilmes, otro CCD, y beneficiado por las leyes de obediencia debida y punto final. Entre 1976 y 1979 cumplieron funciones en el lugar unos doscientos policías bonaerenses. Por tratarse de una brigada de investigaciones muchos de los efectivos vestían de civil. Según algunos sobrevivientes, en El Infierno también había personal militar. La patota encargada de secuestrar a las víctimas de la represión estaba compuesta por personal de ambas fuerzas represivas. 
Eduardo Castellanos había sido detenido por un delito común poco tiempo antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y estaba alojado en la BIL. Esta situación permitió que sea uno de los testigos privilegiados de la conversión de la dependencia policial en un CCD. “En la BIL habían empezado los preparativos para dividir y pasar los presos comunes. Pasaron del lado derecho y dejaron todo vacío, empezaron a levantar la pared y los baños al fondo. Hubo una reforma en el techo, creo que agregaron rejas y pusieron custodia. Luego, más o menos en abril o mayo ya empezaron de noche a traer gente. Una madrugada a eso de las 3 vi a una señora grande, canosa, con un uniforme de tela grafa, con un cartelito y las manos atadas con alambre”- declaró Castellanos-.
   Gran parte de los detenidos desaparecidos vistos en ese CCD eran militantes y delegados gremiales del conurbano bonaerense, entre ellos trabajadores y trabajadoras de empresas como Mercedes Benz, Tamet, la Fabrica de Cerámicas, estatales, Saiar.

El Centro oficial, Clandestinizado de Detención, Tortura y Exterminio

“El lugar a donde me llevaron, lo puedo reconocer, no porque lo haya visto, lo puedo reconocer porque yo nací a dos cuadras de ahí, nací, me crié, cada ruido de ese barrio era cosa de haberlo vivido. Conocía el ruido del tren, porque a dos cuadras de ahí había un ferrocarril de carga donde yo jugaba de chico y las máquinas cuando subían a veces no llegaban a hacerlo porque había una pendiente y quedaban patinando, volvían para atrás y tenían que tomar envión, eso yo lo viví, lo conocía y fue una de las cosas que sentí. La sirena de los bomberos, yo fui Bombero Voluntario y el cuartel está a tres cuadras, conocía esa sirena porque era la que me llamaba para correr a apagar los incendios, conocía la cancha de fútbol, conocía la voz del botellero que todas las mañanas pasaba por ahí, que me era familiar, me eran familiares los ruidos de los talleres vecinos…Era la Brigada de Investigaciones de Avellaneda, ubicada en la calle 12 de octubre entre Zeballos y Estrada”. El relato pertenece a Adolfo Paz, quien el 31 de diciembre de 1976 fue secuestrado por una patota integrada por policías y militares y trasladado a la Brigada de Investigaciones de Lanús, donde estuvo desaparecido durante 67 días.
Del relato de varios sobrevivientes se pudo obtener una descripción del lugar que fue publicada en el informe de la  Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep): “Acceso principal subiendo cuatro escalones. Acceso para detenidos por un garaje, con portón metálico. A la derecha de un pasillo de unos dos metros de ancho, sala de torturas relativamente amplia. Patio con un cerramiento de barrotes a la altura del techo. Al fondo, cinco celdas con puerta ciega; a la izquierda tres baños. Arriba de las celdas había una pasarela para la guardia y probablemente otras dependencias. Actualmente hay un piso alto con ventanas y balcón a la calle. Tiene sótano”.
“Había seis calabozos con puerta ciega, con mirilla, los calabozos eran relativamente chicos, de dos metros por uno, o uno y medio…totalmente cerrado. O sea más que la mirilla no había otro tipo de ventilación ni nada. Estos daban todos como si fuera a un patio cerrado con piso de baldosas, enfrente, estaban todos sobre la misma pared. El patio, enfrente, había una como un piletón de esos grandes de lavar la ropa y sobre el costado, dos baños con inodoro, chicos”, afirmó Nilda Eloy, detenida durante dos meses en la BIL , hasta que fue trasladada a otro CCD el 31 de diciembre de 1976 (Nilda pasó por siete CCDT y E).
Otro detenido que sobrevivió a su secuestro y cautiverio, Horacio Matoso, agregó a la descripción de la BIL : “Arriba, en los calabozos había una pasarela en donde se escuchaba que corrían y que pasaban las personas que cuidaban, los vigilantes. Frente a los últimos dos calabozos estaba el sector de baños con un piletón grande al fondo y una parecita que separaba, en un costado estaba lleno de ropa tirada, bultos de ropa y zapatos. Ahí nos sacaron la ropa. A mí me dejaron con un pantalón, descalzo, sin ninguna ropa acá arriba…”


El Centro de Torturas

“Allí traían mucha gente, se torturaba todos los días, tenían horarios, no sé, suponemos que era de noche... supongo yo que era de noche... había gente que traían exclusivamente a torturar y se la llevaban y a gente que la dejaban ahí”, contó Eloy en sus declaraciones a la justicia.
La falta de alimentación y la escasez de agua eran otra forma de tortura ejercida en El Infierno. “En Avellaneda estuvimos casi dos meses sin tomar agua y sin comer, el agua se tomaba porque había una manera un poco riesgosa que se había logrado digamos, si alguien pasaba el agua que llenaba en los zapatos que había ahí y los pasaba para que uno los tomará, por un lugar creo que era para pasar platos que tenía la celda y... y ahí tomábamos agua, comida no porque que lo decía el Cabo es que él no tenía ahí comida, que nadie le daba y creo que nos traía cuando nos traía era pan viejo, o comida que le quedaba a algún restaurante o algo que había al lado de la Brigada ”, declaró Matoso .
Eloy agregó en una de sus declaraciones: “nos turnábamos para poder aunque sea sentarnos, porque no había lugar para nada. Allí se nos encapucha por primera vez, se nos ata también no solamente las manos, sino los pies... y las condiciones allí adentro eran muy duras. Allí se recibía agua cada cuatro o cinco días, pasaban una manguera por la mirilla, y bueno, lo que uno pudiera tomar. Y la comida, en los dos meses que yo estuve, recibimos más o menos, no sé si tres o cuatro veces, era alrededor de cada doce o quince días; normalmente era cuando venía la gente del Regimiento de La Tablada , que se nos sacaba, se nos ponía en fila contra la pared de enfrente de los calabozos y con una cuchara nos daban y era una olla, entonces si éramos diez, lo que alcanzaba para diez y si éramos treinta, lo que alcanzaba para treinta”.


El Centro de exterminio

Al terror impuesto por los secuestros, la tortura y la desaparición forzada, se sumaban los enfrentamientos fraguados que en realidad se trataban de ejecuciones sumarias. Paredones, cortadas y la zona de la costa de Avellaneda entre los canales Sarandí y Santo Domingo fueron el escenario de operaciones elegido por el terrorismo de Estado en nuestra ciudad para “blanquear“  los cadáveres de los detenidos-desaparecidos. El procedimiento consistía en trasladar a los detenidos en horas de la madrugada hasta algún lugar que reuniera las condiciones, bajar a los detenidos, acribillarlos a balazos, rematarlos y finalmente ingresarlos como NN en el sector 134 del Cementerio de Avellaneda. Hay registros de fusilamientos con 4 víctimas en Mario Bravo y Cabildo, con 5 en Rosetti entre Díaz y Aldecoa, con 6 en Almafuerte entre Levalle y Montes de Oca, otro con 5 en Ezpeleta y De la Serna , y uno más con 6 en Colón frente a la cancha de Racing Club y más de 55 muertos en los asesinatos producidos en la Costa de Sarandí entre los arroyos Sarandí y Santo Domingo.
Los testimonios de los detenidos son contundentes en relación a la actividad de la BIL.
“Había mucho movimiento y normalmente sacaban por ahí grupos de cuatro o cinco personas, y bueno, después nosotros sabíamos que era para matarlos. Los sacaban, los bañaban, si eran varones los afeitaban... había una bolsa de ropa debajo de la pileta, entonces le buscaban... los cambiaban, los vestían... y la primera vez dijeron que, bueno, estando nosotros allí, no, la primera vez que era para llevarlos al Juzgado y nosotros caímos en la cuenta de que era domingo... y después normalmente la misma patota se hacía... hacía todo lo posible como para que nosotros nos enterásemos, o sea, llegaban con comentarios de... qué bueno había estado el enfrentamiento o cosas por el estilo como para que nos quedara claro... aparte ellos remarcaban donde estábamos, que de ahí no se salía”, contó Nilda Eloy.
   “Cuando venían a sacar a las personas, le decían tenés que ir a ver el Juez... aunque parezca mentira uno pensaba que era así, hasta que un día esta chica que vivía en diagonal 74, estábamos juntos en el calabozo y me dice "hoy es domingo, qué juez trabaja un domingo", y pasaba lo siguiente, previamente los hacían higienizar a las personas que sacaban y les colocaban alguna ropa de las que sacaban del bulto, del...de la parva esa que tenían ahí”, confirmó Matoso, sobre los hechos ocurridos